En primer lugar, por mucho que digan, la transmisión siempre suele ser mala, aunque el interfono sea de alta gama. Son tan problemáticos que al final se dejan de usar por no tener que estar escuchando pitidos, ruidos y demás.
Por otra parte, en una casa normal las distancias son cortas. Aunque uno se figure que no oye al bebé, eso no es cierto. El volumen sonoro del llanto de un bebé alcanza decibelios al límite de lo saludable, es decir, que si tu bebé se despierta lo vas a oir seguro. Nuestros niños están "diseñados" para eso: desde tiempo inmemorial su subsistencia ha dependido de ser escuchados.
Confieso que para padres primerizos cualquier tos o regurgitamiento es motivo de preocupación y consuela pensar que lo escucharemos si dejamos solo al bebé.
Mi consejo es que el bebé esté siempre con nosotros, aunque esté dormido: durante el día en una hamaca o algo así y por la noche en cuna contigua a nuestra cama.
Así el bebé escucha todos los ruídos de la casa mientras duerme durante el día. Es necesario que su cuerpo vaya descubriendo la diferencia entre el día y la noche y esta es la forma más clara de hacerlo. Que sepa que los sueños diurnos son siestecillas, nada comparable con el sueño nocturno, donde no se oye nada.
Con esa forma de actuar, no son necesarios los interfonos. El bebé sólo se queda solo momentos antes de que nos acostemos nosotros.
Otro asunto son los interfonos en casas grandes o en casas de campo. Allí claramente los aconsejo pues las distancias son grandes y puede que no oigamos al bebé. Pero salvo eso, lo considero un trasto más y encima de los caros.
Si teneis uno, recordad que conforme indican las instrucciones debe de ser colocado a una distancia mayor de un metro desde donde esté el bebé. Es por seguridad. Equivocadamente lo colocamos en una mesilla al lado de la cabeza del bebé y no es correcto.
Foto | Philips Avent
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