Soy de la generación del método Estivill: a la que enseñaron que hay que dejar llorar al bebé en la cuna para no mal acostumbrarle.
Yo lo intenté, me compré el libro, me lo leí dos veces, pero oir llorar a mi bebé y no acudir a calmarlo me destrozaba por dentro.
Todo aquello me supuso discusiones de pareja y continuas críticas, pero años después considero el método Estivill una terrible consecuencia del mundo en que vivimos.
Un niño tiene miedo cuando se encuentra solo. Vive el presente y no es capaz de pensar que en el futuro las cosas cambiarán y volverán sus padres. Su llanto no es más que su llamada de consuelo.
Ser padre requiere esfuerzo. Nuestro hijo no es un muñeco, es un ser vivo que necesita de nuestra compañía y cariño, aunque eso nos suponga descansar menos.
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